En medio de la tarde, en casa, haciendo la ceremonia de los recuentos.
Arriba en el cuarto, recortando papelitos que se irán volando desde la ventana al viento, que portan secretas invocaciones para esos días que aún no existen pero están.
Mañana a las tres, en la playa, a la orilla de mar, leyendo ese cuaderno donde escribiste que no volverías a ese ayer donde te perdiste.
En la tarde del domingo que viene, pensando en que haré de comer.
En el viernes antes de que vinieran a llevarse a mi hermano, para no devolverlo más y él contándome de hombres lobo que me vendrían a llevar a mí.
Y en la medianoche de ese lunes primero del invierno que no ha sido, caracoleando entre los pliegues de la piel del mar.
En la mañana pasada que supe que te querías quedar, aunque solo un rato, para después irte tras las estrellas.
Y en ese día que volverás porque las estrellas se apagan y en mi casa no quedará luz para darles a ellas ni a ti.
Y en el ayer cuando preguntaste por mi y no me hallaba porque estaba pensando en dónde estaba, hoy ayer y mañana, sintiendo con todas mis partes y sin ninguna.